CASTILLO DE ARNEDO

Castillo (s. IX-XII)

    El cerro del Castillo que domina el este de la población, se debió fortificar desde época romana al pasar por allí diversas calzadas. Al llegar los árabes en el 714 reconstruyen el castillo sobre esa hipotética fortaleza romana anterior, y tuvo un importante papel durante la Edad Media en las luchas de conquista y reconquista, reparándose en el s. XIX. Con él se pueden relacionar los túneles o minas que atraviesan el subsuelo de Arnedo

 La muralla

    En la Edad Media, Arnedo estuvo rodeado por una muralla que a fines del s. XIII o comienzos del XIV se amplió con dos arrabales en la Puerta del Royo y en la c/ Terradillos, del que se conserva la Puerta del Cinto o de Nuestra Señora de las Nieves , con dovelas de sillería que forman un arco apuntado del primer gótico; en el s. XVI la población rebasó la muralla que se desmoronó poco a poco. La destrucción del castillo ha sido más lenta al producirse por sí misma

HISTORIA DEL CASTILLO DE ARNEDO

    El castillo de Arnedo se sitúa al E. de la población, sobre el cerro de su nombre. Un escarpe al E. y S. y el talud del resto de los lados configuran las defensas exteriores naturales.

    Su estado es ruinoso pero puede reconstruirse la planta del recinto interior, mientras que quedan restos de una barrera exterior al W. y en un nivel inferior, con muros de mampostería y refuerzos de sillar, adaptándose a los afloramientos naturales de la roca (arenisca rojiza de grano medio a grueso). Así, puede observarse la fábrica de un arco rebajado, de mampostería, que apoya a ambos lados en la roca, y que pudo ser el acceso a esta barrera externa por occidente. El recinto interior se adapta también al terreno, constituyendo una planta irregular de forma triangular, con vértices al N-W. y S-E., rematados en espolones redondeados

    Los muros son de materiales diversos: mampostería, mortero de arena, sillares en las zonas bajas y morrillo. Las defensas de estos lienzos se refuerzan con una torre poligonal al N-W., un cubo redondo al N. y otro al E. El ingreso se sitúa al S.E., creando un pasillo acodado, mediante un muro de mampostería a la izquierda y la propia roca natural a la derecha. 
A través de él se llega a un primer patio donde quedan restos de un aljibe rectangular (5,80 x 3,20 m.). Hacia el centro del flanco N. y adosada a su muro, se situaba la torre del homenaje de la que se conservan parte de los muros W. y S., con presencia de una hilada de mechinales en el del N

     Mediante un boquete abierto en el muro occidental, se accede al patio superior o amplia explanada en la que pueden observarse restos de un adarve en el muro conservado del flanco S-E. No existen más elementos defensivos a excepción de tres aspilleras en la torre poligonal del ángulo N- W.
 
    El origen de esta fortaleza es indudablemente musulmán como lo atestiguan su tipología y algunas crónicas árabes que citan el castillo entre las defensas más fuertes frente a los cristianos.

    Durante el siglo IX perteneció a la familia muladí de los Banu Qasi. Cuyo miembro más destacado fue Muza Ibn Muza, señor de Amedo. Se cuenta que en una ocasión tuvo que refugiarse en este castillo ante el empuje de las tropas del Emir de Córdoba que combatían su rebeldía.

    En el siglo X sufrió las vicisitudes propias de una lucha fronteriza entre cristianos y musulmanes y tan pronto se encontraba en manos de unos como de otros. Así, sabemos que en 932 Muhamunad ibn Hasín entrega a Abderramen III el castillo de Arnedo, mientras en 958 figura como teniente pamplonés Velasco Lihurt. A lo largo del siglo XI su tenencia parece vinculada a la familia de los Fortuniones: Fortún Oxoiz (quien en 1040 firma la escritura de arras de la reina Estefanía y sus hijos); Enneco Fortuniones (1044-1050 y 1072-1075); Lope Fortuniones (1062); Eximino Fortuniones (1080-1088) y el nieto Enneco Semenones (1097). 

Casi siempre esta familia está unida a las de Cameros, Metria y Tubera, pero no a la de Viguera, que tuvo también el abuelo, y que a partir de mediados de siglo, suele estar en las mismas manos que Ocón y Calahorra

    En los tiempos de Alfonso el Batallador se suceden varios tenientes (Sancho Aznaez, Alfonsus, Lope lohannes), entre ellos el alférez real Fortún Sánchez (hacia 1128-1129), señal de que es una plaza bastante importante en la estructura del reino, pero tal importancia parece decaer desde los tiempos de Alfonso VII. Los tenientes (Gutiérrez Fernández, Gómez González, Diego Ximénez, Guillen González) son los mismos de Calahorra y, a veces, también los subtenientes y alcaides del castillo (Martín Fernández, Pedro Frolaz, Garsia Zapata, Semen Zapata, Gonzalo Copelin, don Lope de Castroviejo).

    Arnedo es una de las plazas dadas en arras en 1170 a la futura reina Leonor. En 1176, en el pacto hecho con el rey de Navarra, Alfonso VIII pone en fieldad como garantía los castillos de cristianos y judíos de Arnedo que tendrá Diego Ximénez, prestando homenaje al rey navarro. En 1198, en el tratado firmado por Pedro II de Aragón, sobre reparto del reino de Navarra, el castillo de Arnedo, con los de Autol, Aguilar y Cervera, quedaría en fidelidad en manos de Guillelmo González, que haría vasallaje al rey de Aragón.

    En 1255 era señor de Arnedo Diego Martínez. En 1256, Alfonso X, para mantener la seguridad del Pacto de Soria, concedió a Jaime I de Aragón el castillo de Arnedo y otros cuatro más. Más tarde, en 1262, éste los entregaba a Alonso López de Haro y finalmente, por intervención del príncipe Sancho, volvería Arnedo a la corona de Castilla.
En 1369 Enrique II donó la villa de Arnedo a Bertrán Duglesclín, quien lo permutó por los arrabales de Soria y dos mil doblas a Pedro Fernández de Velasco. En 1426, Pedro de Velasco, camarero mayor de Juan II, otorgó al Monasterio de Valvanera dinero de sus rentas de Arnedo a cambio de misas y otros servicios. Otro descendiente, llamado también Pedro, Condestable de Castilla instituyó con la villa y fortaleza, aldeas y vasallos un mayorazgo para su hijo Sancho, en 1458.

    Los Velasco mantuvieron la custodia del castillo y velaron por su conservación, mientras el pueblo estaba obligado al pago de diversos tributos de los que fueron liberados por el propio Sancho en 1512, a cambio de una cantidad de 200.000 maravedís. Hacia 1575 era alcaide de la fortaleza Rui Díaz de Fuenmayor.

    Según Madoz, en 1857 fue reparado el castillo con motivo de la guerra carlista. Fernández de Bobadilla considera que fue una verdadera reconstrucción en la que se establecieron los dos niveles de patios empedrados, levantando en el oriental una casa-cuartel, se limpió el aljibe del patio occidental, se reparó la torre del N. (¿ poligonal del N-W. ?) y se realizó el lienzo del E. y S., situando aspilleras y garitas en el W. Al parecer, reconstruyeron la galería que ascendía por el W. al cerro. Los vestigios de esta reforma se observan en las zonas con fábrica de mampostería escasamente trabada: barrera exterior al W., torre N-W. y sus aspilleras, muros W. y S. de la torre del homenaje y diversas reparaciones en el resto de los lienzos.

    A partir de 1870 se desmoronó el muro S., posteriormente se desmontó la casa-cuartel para el aprovechamiento de sus materiales, y la ruina de este castillo ha sido desde entonces progresiva