Vico y la Ermita de la aparición

Que en Arnedo había culto cristiano antes de la invasión árabe es cosa innegable. Se conserva una iglesia rupestre del siglo V, y en los mismos parajes de Vico aparece otra, sin duda el primitivo enclave de la devoción a la Virgen.

Que los cristianos escondieran las imágenes más veneradas ante el peligro de profanación por parte de los invasores musulmanes, es cosa natural. Y los cristianos de Arnedo, según una venerable tradición, escondieran una imagen de María en los parajes que hoy ocupan el Santuario de Vico.

Arnedo quedó libre de la invasión agarena, ya en el siglo X, consolidándose definitivamente en el año 1045. Era frecuente, y comprobado documentalmente en Arnedo, que grupos moros se quedaran en las poblaciones cristianas, conviviendo pacíficamente en barrios apartados y cultivando sus antiguas posesiones. Un grupo vivía en el término de la "Fontanera, Fontanar, Hontanar", en las faldas del Isasa, y otro grupo más numeroso se establecieron en el antiguo "Vicus" romano, barrio o lugar de "vicini".

El grupo moro vivía cultivando sus huertas y hermosos olivares a media legua larga al poniente de la población y tenía por jefe a un moro que la tradición conoce por el nombre de Kan, denominación de gran calado oriental.

Subía un día el Kan de Vico por la cuesta que hay desde el río Cidacos al altozano del barrio o vico, y hacia su mitad notó un resplandor tan vivo que le deslumbró y le hizo caer a tierra. Levantó con temor los ojos y "vio la sagrada imagen de María Santísima, sobre un romero, como en trono levantada toda de luces, como sol vestida, teniendo a su divino Hijo en la mano siniestra".

Durante siglos se conservó como pedestal de la Virgen el pedazo del tronco del romero en que apareció, desapareciendo en el siglo XVIII, quizá en el incendio de 1766.

El Kan de Vico se convirtió al cristianismo y con él toda su casa y criados. Erigió una ermita en el lugar de la Aparición, y él fue el primer ermitaño y devoto de la Virgen de Vico. Es de notar lo singular de esta milagrosa aparición. Otras imágenes se aparecieron a inocentes pastorcillos, a descarriados o penitentes, a príncipes o reyes. La de Vico se aparece a un convencido mahometano. Y la Virgen le ganó el corazón. Así lo dice el verso vibrante que hasta hace poco se cantaba en las novenas: ¡Cuál sería tu hermosura/ y celestial resplandor/ que al Kan de Vico trocaste/ en fiel hijo de tu amor¡.

Estos hechos tan emotivos pueden alcanzar hoy una palpitante actualidad con la llegada de nuestros emigrantes de tantas creencias y culturas a la ciudad de Arnedo.

El santuario de Vico fue foco importante de peregrinaciones medievales. En 1456 se fundó el monasterio de frailes franciscanos. En el siglo XIX sufrió los efectos de la desamortización y exclaustración, pasando a ser palacio y finca de recreo de la familia Olózaga. A partir de 1952 se empezó la reconstrucción del monasterio por parte de los franciscanos de la Tercera Orden Regular, que posteriormente lo abandonaron. Hoy, el monasterio está ocupado por una comunidad de monjas cistercienses de la Trapa.

La ermita de la Aparición tuvo un culto preferente, no interrumpido. En el siglo XIX desapareció la ermita antigua, posiblemente románica. La familia Olózaga hizo otra muy sencilla y rudimentaria para que no se perdiera la memoria del lugar. Últimamente, grupos de arnedanos entusiastas han logrado construir otra nueva, de buena traza, materiales sólidos, delicado diseño y recogida devoción. Es obra principal de Vidal Royo Aldama y sus colaboradores.